LA HISTERIA FEMENINA Y EL DESEO SEXUAL
La histeria femenina, una enfermedad relacionada con el deseo sexual.

Antiguamente a mediados del siglo XIX una mujer en plena histeria se creía que padecía una enfermedad, así que su marido la enviaba al médico para que curara ese trastorno, el profesional utilizaba sus dedos como herramienta para que ella se desquitara de tan mal carácter, después de varios minutos de chillidos y de sonidos profundos, ya estaba lista para volver a casa con su familia
“la histeria había sido curada”.

Eso sí, el tratamiento solo funcionaba durante unos días, hasta que los síntomas volvían otra vez, que nuevamente regresaba al doctor, y el profesional hacia su trabajo. Como era un trabajo agotador, varios profesionales buscaron una solución a tal problema, y llegaron las primeras ideas, aparatos que se introducían en la vagina hasta que el milagro se producía, de ahí surgieron los consoladores que actualmente se venden en los comercios, y que sirven para satisfacer el deseo sexual de las mujeres.

En la antigüedad, las mujeres que tenían deseo sexual lo reprimían, y este explotaba de una manera inconsciente y que daba lugar a la necesidad de que el médico le introdujera algún tipo de objeto en la vagina y con ello estimulaba manualmente los genitales, cuando se alcanzaba el orgasmo se curaba el insomnio, el dolor de cabeza y la ira, pero si esa necesidad no era cubierta y no se trataba por un medico, la paciente sufría episodios de locura e histerismo.

En griego la histeria se llamaba enfermedad del útero, por lo tanto era un trastorno que sufrían las mujeres, el Filosofo Platón ya afirmaba “en las mujeres lo que se llama útero o matriz es un animal que vive dentro de ellas con el deseo de hacer hijos, cuando permanece tiempo estéril y en periodo de pubertad se indigna y provoca enfermedades.

Si nos trasladamos al siglo XXI, hoy en día nos damos cuenta de la represión sexual que padecíamos las mujeres, y que durante siglos llevaban arrastrando como una losa, la cual llamaban enfermedad, no se daba importancia ni se creía que las mujeres necesitaran al igual que el hombre, satisfacer las necesidades más primitivas.

En la actualidad las mujeres ya sabemos que no necesitamos que una persona cubra esa carencia, tenemos la libertad de decidir y comprar juguetes sexuales, ya hemos aprendido a darnos placer a nosotras mismas masturbando nuestro clítoris, penetrar nuestro coño o nuestro ano con consoladores, y podemos elegir el tamaño que más nos guste.

Ya conocemos nuestro cuerpo, nuestras zonas erógenas y el placer que provocan al ser estimuladas, tanto manualmente como con consoladores, solo hace falta dejar que la mente suelte las riendas y de paso a la imaginación, fuera el tabú y la vergüenza vamos a pensar en voz alta, porque tengo la libertad suficiente como para decir, que yo también me corro como una loca histérica, tengo orgasmos a cientos, hago el amor, practico sexo y me follo a quien me gusta.

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